jueves, 31 de julio de 2008

s/t (31-07-08)

Odio verla así, odio ser consciente de todo el daño que le he hecho, mientras creía hacer lo mejor para ella. Tendría que haber sido consecuente con mis sentimientos, y haberla raptado y obligado a un matrimonio relámpago. Ahora ya sería mía, y nada de todo esto nos habría separado.

La estrecho aún más fuerte contra mi pecho, con miedo a que si la separo unos centímetros siquiera, se desvanecerá como el humo, y ese horrible muro se alce otra vez entre nosotros. Sé que aún no me he deshecho de él, que tardaré en hacerlo, pero cada sillar extraído es la más grande de las victorias.

Sigue gimiendo, expulsando todas esas lágrimas de las que yo soy causante, y el corazón se me rompe en mil pedazos al verla así, me armo de valor y la separo ligeramente de mí, lo justo para poder poner su cabeza frente a la mía. Con suavidad sustituyo cada una de sus lágrimas por besos, hasta que por fin llego a sus ojos y los cierro con la tibieza de mis labios.

Siento sus manos envolviendo mi cuerpo y es me envalentona, y tras dejar ligeros besos a lo largo de su rostro, tomo otra vez su boca al asalto. Dejo libre todo el deseo reprimido, y soy más brusco de lo que realmente me gustaría, pero ya no puedo contener más mi necesidad de ella. Esa necesidad que ninguna otra sería capaz de suplir.

Necesito tenerla junto a mi, nuestros cuerpos desnudos en contacto y acoplándose frenéticamente, pero sé que no puedo hacerlo, que de momento debo conformarme con sus deliciosos labios. Mis manos recorren la tela húmeda de su vestido, sintiendo el calor de su cuerpo, pero no puedo permitirme más. No hasta que sea mi esposa.

Puede que también eso sea una estupidez, pero no quiero condenarla a la deshonra si algo ocurre, será mi mujer, y tiene que serlo en breve, porque ya no podré soportar mucho tiempo más sin ella.

El amor que siento me abrasa por dentro, hace que crezca en mí el anhelo desesperado de que todo sea distinto. Podría soportar incluso un largo compromiso si hubiera una sonrisa en sus labios. Pero no así, no viendo como huye a cada instante de mí, como se encierra en sí misma una vez más, alejando a todos los que la quieren de ella.

Me la imagino sola, frente a su ventana, observando la vastedad de la ciudad sin emitir ni una sola palabra. Y no quiero verla así, necesito una sonrisa en sus labios, en sus preciosos ojos de color miel. Que toda ella refulja como cuando la conocí, como cuando compartimos aquel primer vals al margen de todos.

Finalmente nuestros cuerpos se separan y nuestras miradas se unen. Sin decir nada ella deja vagar sus manos hasta mi cabello, jugando con las pequeñas gotas de agua que aún permanecen en él fruto del aguacero. Enroscando sus dedos en mi cuero cabelludo y electrificando cada uno de los músculos de mi cuerpo.

No soy capaz de soportar un contacto tan íntimo sin ir a más, por lo que tomo sus manos heladas entre las mías, y las beso una y otra vez, intentando devolverles la calidez. Pero todo este contacto me está matando y no quiero que por mi culpa enferme.

Así que la tomo entre mis brazos y la subo a una de las habitaciones de la planta alta. En el camino mientras ella se acomoda en mi cuello, doy gracias al cielo de que todo haya ocurrido en la mansión de mi prima, no quiero ni imaginar el escándalo que se habría montado si hubiera sido cualquier otro lugar. Y ruego al cielo de que nadie ajeno nos haya visto salir al jardín.

A mis espaldas, el reguero de agua marca nuestro camino hasta la solitaria figura de mi prima, que mira desde el inicio de la escalera con el ceño fruncido. Se nota que no está muy contenta con la situación, y tiene toda la razón del mundo para no estarlo, pero ya me cansé de esperar y de tanta tontería. Sé acabó.

Abro la puerta de una de las habitaciones de invitados, la que previamente se me indicó, y la dejo tendida sobre la cama. En un principio no quiere separarse de mí, y obligarle a hacerlo a la fuerza me desgarra, pero así tiene que ser, y salgo de la habitación observando esa mirada de pavor infantil en sus ojos, ese tremendo pánico a quedarse completamente sola para siempre.

Quiero quedarme con ella, demostrarle que nunca más estará sola, pero de momento el deber me reclama en la fiesta de la planta baja, y para ello necesito cambiarme primero. Sé que con su doncella estará a salvo, y que podrán adecentarla en poco tiempo, pero el saber que no podrá volver al salón me enfurece.

Me habría gustado estar más tiempo con ella pero, seguramente para cuando la fiesta acabe ella ya estará desde hace tiempo en la casa de su madrina.

A pesar de tener ya el pomo de la puerta en la mano, me doy la vuelta y me dejo caer junto a ella en la cama, tomando sus manos con fuerza y depositando un beso en su frente. Un débil “te amo” sale de mis labios, justo antes de que me levante y deje atrás la habitación sin mirar atrás. Porque de hacerlo, nunca más la abandonaría.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, se nota que te desahogas aqui... tsk los libros romanticos influyen en la forma de escribir juas juas.Que bonito...
En blanco se ve mucho mejor, ahora solo te falta cambiar el color de tu descripción.
Chu!

Lizz dijo...

Me alegro que te guste ^^. El problema es que yo no veo un pijo así. Como el fonde en que lo veo es blanco.... pues todo es muyyyy blanco y parece que no hay nada XDDD.

Que tal ha ido todo en el frente esta noche?

... dijo...

¿Pero ya lo ves bien no?
Jo, es que la foto le va como anillo a Frodo al texto...

Un beso a las dos.

Lizz dijo...

XDDD el texto ha sido inspirado por la foto ;D, y por una vena romanticona profunda XDD.

Ahora si que lo veo bien, pero sólo desde el Firefox, gracias ^^

Anónimo dijo...

Es que una imagen como, ¡esa inspira a cualquiera, caramba! Tu texto le hace los honores ;) Un beso y un abrazo muy fuerte.

Lizz dijo...

Es que en el momento en el que ví esa imagen supe que tenía que escribir algo sobre ella ^^. Y aún no terminé que la escena da para más, pero últimamente estoy demasiado cansada, sniff